Marcela Guimarães

Dietista – Nutricionista

Nºcolegiada AS00087

La dieta mediterránea es considerada uno de los patrones dietético con mayor evidencia científica acumulada en cuanto a sus beneficios en salud humana, siendo cada vez mayor el interés del mundo científico en el estudio de su rol preventivo y como tratamiento en diversas patologías, como síndrome metabólico, diabetes, enfermedad cardiovascular, enfermedades neurodegenerativas y cáncer, entre otras. De hecho, en consecuencia, la dieta mediterránea se ha asociado a una elevada esperanza de vida.

La dieta mediterránea fue identificada con sus virtudes por el fisiólogo norteamerica­no Ancel Keys en la década de 1960 que refleja los patrones dietéticos típicos de las civilizaciones que vivían en torno al mar Mediterráneo, especialmente Grecia, la isla de Creta y el sur de Italia.

La dieta mediterránea se caracteriza por un elevado consumo de aceite de oliva como principal fuente de grasa y el elevado consumo de alimentos vegetales (verduras, frutas, legumbres, frutos secos y semillas), así como de alimentos frescos de temporada, cultivados localmente y mínimamente procesados. El consumo de lácteos y huevos es moderado, y el pescado (una fuente excelente de ácidos grasos poliinsaturados, en particular omega-3) y las aves de corral se consumen, también, en cantidades moderadas. La dieta mediterránea incluye el bajo consumo de carnes rojas y azúcares simples y el consumo moderado de vino en las comidas. En términos generales, la ingesta calórica en forma de grasa no supera el 30% de la ingesta, con menos del 8-10% aportado por las grasas saturadas. Algunos de los compuestos bioactivos de la dieta mediterránea incluyen vitaminas, minerales, polifenoles, fibras, nitratos, ácidos grasos poliinsaturados y ácidos grasos monoinsaturados que, combinados o por separado, son beneficiosos para la salud. Por estas razones, la dieta mediterránea es única y diferente de otros patrones dietéticos saludables.

Por lo tanto, en una época en la que predominan las dietas milagrosas y sin respaldo científico, reconocer el valor que la alimenta­ción tradicional del mediterráneo tiene es imprescindible cuando se quiere promover la salud en todas las edades y circunstan­cias. Tanto en individuos sanos como, por supuesto, en pa­cientes de las distintas patologías donde la nutrición ocupa un papel destacado. Además, es fundamental entender que la dieta mediterránea debe considerarse como parte de un estilo de vida saludable que incluya también la actividad física regular, una buena hidratación, descanso, evitar el estrés, evitar el tabaquismo y el exceso de bebidas alcohólicas.  

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